Este lunes 09 de marzo, me he dejado de tanta navegación virtual, para dedicarme un poco a la navegación real.
Hacía muy bueno, nordeste suave y sol. Mar trabajaba por la tarde, así que recogí los niños a la salida del colegio y me cogí la tarde libre.
Fuimos a merendar al puntal. Nos amarramos a un pilote del embarcadero de las pedreñeras. En invierno quitan la tablazón del principio y del final, y dejan las sopandas, para que no se use. Esto no fue problema para los niños, acostumbrados a trepar por los columpios urbanos y bajamos a la playa.
Un embarcadero para nosotros solos. |
El Savreh amarrado a uno de los pilotes. El empuje del nordeste era un poco más fuerte que la corriente de marea, que estaba subiendo así que el barco se separaba del embarcadero. |
Se sentaron encima de los chalecos y merendaron un bocadillo, hicimos un castillo de arena y luego estuvieron jugando alrededor del chiringuito, cerrado a cal y canto, pero todavía con el menú escrito en la pizarra. En la playa había muchas ramas y bolas de paja ensiladas, con y sin plástico, procedentes de las crecidas que ha habido este invierno en el río Miera y que habrán arrasado algún prado.
Los niños jugando por el chiringuito. |
Todo el puntal para nosotros solos. Solo pasó un pescador que venía de Punta Rabiosa.
Cuando la marea subía tanto que nos iba a impedir acceder al embarcadero de nuevo, nos fuimos. Saqué el génova, lo izamos y volvimos a Puertochico con Ignacio a la caña y Sofía dibujando en la mesa de cartas.
Para todo lo demás, Mastercard.
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