Con el frío y desapacible invierno, los paseos por los pantalanes viendo los barcos escorando en sus propios amarres, castigados por los vientos del oeste, los palos desnudos y el soniquete de las drizas golpeándolos, siempre apetece recordar algunos momentos cálidos del verano, con un clima mucho más apacible y que se nos ha ido al otro hemisferio, con el que apetece pasar la noche fondeados en el puntal y en familia.
Si llegamos de noche y con la marea alta hay que procurar acertar el lugar de fondeo, en la canal, para no quedar varados durante la noche, no muy cerca de los chiringuitos y no muy cerca de los barcos que estimamos que vayan a pasar la noche. Poco después de las pleamares y bajamares hay que levantarse y comprobar el borneo debido al cambio de dirección de la corriente y el siempre temido garreo, no vaya a ser que amanezcamos en Pontejos, al fondo de la bahía. Ya se sabe, en la marina nunca se duerme seguido.
Por la mañana, el primero que se levanta, inevitablemente, y debido a lo justo del espacio, despierta a todos los demás. Asomar la cabeza para otear el día y salir a la bañera para secar el rocío con un trapo, si hace buena temperatura para desayunar fuera.
Aquí van algunas fotos de un par de noches en el puntal de este verano.
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Al amanecer, recuento de los barcos que han aguantado toda la noche. |
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En el chiringuito ha desaparecido cualquier rastro de la fiesta nocturna. |
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En el camarote de proa ya están roncando. |
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Una mañana brumosa. |
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Este se cayó de la litera durante la noche. |
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