Este verano estamos desconocidos, segundo fin de semana seguido que vamos al barco a dormir.
La verdad es que estamos optimizando el procedimiento, esta vez no se nos ha olvidado nada de comida ni fruta, hemos llevado el i-pad para que los niños vean una película en el momento de más canícula. En cuanto a los mosquitos, hemos llevado pulseras de citronela y aceite de citronela para el farolillo de petroleo, que ahora le hemos dado una función práctica, además de la puramente estética o romántica (además el aceite de citronela tira muy bien y da mejor llama que la parafina).
El sábado fondeamos para comer en la playa de Pedreña y a las 18:00 nos fuimos a dar una vuelta hasta la entrada de la bahía. Hacía mucho nordeste y ola así que a la ida, a motor, buscamos el resguardo de la Magdalena y volvimos con el génova.
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La isla de la Horadada. |
Fondeamos en el puntal, en el que, además del mogollón local, se encontraban, al menos cinco barcos franceses (dos catamaranes). Mi admiración por los franceses, que vienen a un fondeadero extraño, se van al chiringuito a ponerse hasta arriba de copas, retornan en sus auxiliares a sus barcos hartos de copas y ¡se van de noche!, por un arenal desconocido.
A las 11:00 lanzaron un aviso por radio que iban a lanzar fuegos artificiales en las playas del Sardinero y prohibían la navegación en un radio de 150 m de las coordenadas. Vimos los fuegos más altos desde el barco, también desde el segundo chiringuito lanzaron unos fuegos más pequeños. Todo esto por el día del Carmen.
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La luna casi llena. |
El domingo, lo que viene siendo habitual, bajamos a la playa temprano y nos fuimos a dar un paseo y un baño por las Quebrantas. Comimos en el barco, siestita a la hora de más calor, baño de nuevo y para casa.