Este domingo, con el grupo de Carpe Diem fuimos a la isla de Santa Marina, en la entrada de la bahía de Santander, es una isla privada, únicamente cubierta por monte bajo o matorral, rodeada de acantilados, con una pequeña playa en su extremo suroeste, en la que no desembarco desde que andábamos explorando la bahía con el bote de mi abuelo, hace ya muchísimos años.
Este día, eramos tres barcos, uno enorme, de 45 pies venía del puerto de Raos y dos que salíamos de Puertochico. En el Savreh venían dos chicos de 14 y 15 años, uno de ellos, en silla de ruedas, por lo que giramos al barco en el amarre, para que pudiese embarcar desde el pantalán por la popa. Fue el que se encargó de la caña.
La playa de los Tranquilos, frente a la isla de Santa Marina. |
Hacía un día inestable, y probablemente nos íbamos a mojar, pero a pesar de las nubes y el poco y variable viento, llegamos a vela hasta la isla, allí en lugar de fondear, me amarré a la popa del velero de 45 pies, que para eso están los hermanos mayores, lo que pasa es que había poca corriente, los barcos no se separaban y estábamos constantemente a punto de golpearlo con la proa.
Para evitarlo, largué un cubo por la popa a modo de ancla de capa. Eso hizo que el Savreh hiciese más resistencia a la corriente y quedase separado de la popa del barco al que estábamos amarrados.
Las olas rompiendo en las rocas de la isla de Santa Marina. |