martes, 9 de agosto de 2016

Laredo - Santander, tiburones y delfines

Tiempo total: 9h 33min
Distancia: 32,13 millas
Velocidad media: 3,36 nudos
Velocidad máxima: 5,15 nudos

Compárese con el viaje de ida de 21 millas y 5h 16 minutos.

Por la mañana vinieron mi primo Antonio, su mujer Cristina, y su hijo Antonio. Cristina se iba con Mar y los niños por tierra y los "Atos" me acompañaban a mi por mar. Tenían hambre de navegar por lo que hicimos casi todo el trayecto a vela. La verdad es que hacía un día muy agradable, aunque teníamos el viento en contra y en un principio nos costó más de dos horas pasar por el norte del faro del Pescador. Teníamos mar de fondo de dos metros y andábamos unos tres nudos, lo suficiente para aguantar a vela si lo estás pasando bien.

Maniobrando para salir de Laredo.


Antonio padre.

Antonio hijo.

Dando bordos y a medida que queríamos doblar el Cabo de Ajo, iba rolando el viento al oeste, nos dimos cuenta que había más viento por fuera así que el bordo más largo lo dimos para entrar al siguiente en Santander. Estábamos rodeados de los primeros participantes de la regata "El Gaitero" que venían de Bilbao y llegaban a Santander. Unos iban por tierra y otros por fuera.

Cosiendo la tierra al mar.



Cuando más lejos de la costa estábamos, cayó el poco viento que había.

Entonces se precipitaron los acontecimientos. 

Como en el viaje de ida, llevábamos una cacea por la popa, sin muchas esperanzas, dado mi nulo desconocimiento de alguna técnica de pesca, tal vez una dorada o una lubina. De vez en cuando la subía para comprobar que lo que pesaba no era el señuelo. En una de esas, y cuando nos estábamos quedando sin viento, veo que trae algo, preparamos el cubo, el redeño y cuando pensábamos que subíamos una aguja ¡un tiburón!. 

Una tintorera según nos dijeron después, por las fotos. Lo subimos a bordo, en el fondo de la bañera (nosotros nos subimos a los bancos) y agarrándolo con una toalla, pues la piel era muy áspera, le intentamos quitar los anzuelos. El que tenía metido en la boca, lo corté con un alicate y se lo regalé...

La tintorera mordió el señuelo por el centro y se retorcía enredándose con el redeño.

No nos habíamos repuesto de la sorpresa del tiburón y ya íbamos a motor cuando vemos una manada de delfines, al menos una madre con su cría y otro delfín. Este tercero se nos puso bajo la proa a jugar y curiosear y al rato se fue.


Para acabar con más emociones, la entrada en Santander, ya casi de noche, fue de lo más complicada. La marea bajando con muchísima fuerza, tanto, que formaba remolinos, los barcos del Gaitero que entraban ciñendo y casi parados por la marea, la flota pesquera saliendo todos a la vez porque deberían haber abierto el puente del Barrio Pesquero, un Ro-Ro por la canal con el capitán histérico dando bocinazos para que se apartaran los veleros, parados en mitad de su trayectoria...

Un viaje muy emocionante, y el más largo que he hecho con el Savreh.


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